¿Estamos dispuestos a hacerlo?
Hace pocas semanas se reunía en Madrid la 25ª Conferencia de las Partes Firmantes del Convenio Marco sobre Cambio Climático (llamada COP25), que debía haberse celebrado en Santiago de Chile, pero los mandones de ese país no lo consideraron conveniente (?).
Era el año 1992 cuando se adoptó por las Naciones Unidas este Convenio para "estabilizar las concentraciones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) a un nivel que impidiera las peligrosas interferencias antropogénicas con el sistema climático, y hacerlo en un plazo de tiempo que permitiera la adaptación natural de los ecosistemas, asegurando la producción de alimentos y un desarrollo económico sostenible".
27 años después, creo que debemos poner abiertamente sobre la mesa el deterioro de la salud ecológica del planeta en el que nos toca vivir y la poca efectividad de las COPs.
Ante la preocupante situación de crisis climática, algunos países, han empezado a hacer declaraciones de emergencia climática. Y no sólo lo han hecho algunos gobiernos. Algunos Parlamentos también. El Parlament de Catalunya aprobó una moción, en un pleno del mes de noviembre, declarándose en emergencia climática y manifestando la necesidad de crear una Comisión de Seguimiento de la Emergencia Climática, lo que, gracias a la responsabilidad de todos los grupos del Parlamento, se materializó en su sesión 45, el día 12 de diciembre de 2019.
Hace pocos días, la Organización Meteorológica Mundial (OMM), hacía públicas las cifras de las concentraciones de GEI en la atmósfera. En su Boletínmostró que la concentración media mundial de dióxido de carbono (CO2) había alcanzado las 407,8 partes por millón (ppm) en 2018, después de haber sido de 405,5 ppm en 2017. Ya en el mes de mayo de 2019 se alcanzó un nuevo pico, por un valor de 414,83 ppm.
El incremento de CO2 que se produjo de 2017 a 2018 se situó justo por encima de la media del último decenio. Los niveles mundiales de CO2 ya sobrepasaron el simbólico e importante umbral de 400 ppm en 2015. El CO2 permanece en la atmósfera durante siglos y aún más tiempo en los océanos. Por su parte, las concentraciones de metano y óxido nitroso se dispararon y ascendieron en mayores cantidades que en los últimos diez años.
El secretario general de la OMM, Petteri Taalas no lo podía decir mas claro: "No hay indicios de que se vaya a dar una desaceleración, y mucho menos una disminución, de la concentración de los GEI en la atmósfera a pesar de todos los compromisos asumidos en virtud del Acuerdo de París sobre el cambio climático… Debemos plasmar los compromisos en acción y aumentar el nivel de ambición en nombre del bienestar futuro de la humanidad"… "Hay que recordar que la última vez que se dio en la Tierra una concentración de CO2 comparable, fue hace entre 3 y 5 millones de años. Entonces, la temperatura era de 2 a 3°C más cálida y el nivel de mar entre 10 y 20 metros superior al actual".
Por otra parte, a finales del mes pasado, el Programa de las NNUU para el Medio Ambiente–PNUMA hizo público en Ginebra, su Informe sobre la disparidad en las emisiones de 2019, que es la diferencia entre «donde es probable que nos encontramos» y «donde necesitamos llegar» (Emissions Gap Report 2019).
En este décimo informe se evalúan los últimos estudios científicos sobre las emisiones estimadas actuales y futuras de GEI, que se comparan con los niveles de emisiones admisibles para que el mundo progrese en la trayectoria de menor coste hacia la consecución de los objetivos del Acuerdo de París.
Las conclusiones del resumen son desalentadoras. En conjunto, los países no lograron poner freno al aumento de emisiones mundiales de GEI, lo que conlleva que ahora se necesiten reducciones más drásticas y en menos tiempo.
Si se hubieran tomado medidas climáticas rotundas en 2010, las reducciones anuales necesarias para atenerse a los niveles de emisiones previstas en los escenarios de 2°C
y 1,5°C sólo habrían sido, en promedio, del 0,7 y 3,3% al año. Ya que no fue así, las emisiones deben disminuir a partir del año 2020 casi un 3% anual para cumplir el objetivo de los 2°C y alrededor del 7% anual para el de 1,5°C. Como es obvio, cuanto más se retrasen las actuaciones, mayores serán los recortes que habrá que hacer.
Por supuesto, para hacer frente a este enorme reto se necesita la complicidad de todos los sectores de la sociedad.
Valga recordar lo que dijo Antonio Guterres, secretario general de la ONU, al abrir la Cumbre de Acción Climática, el pasado septiembre en New York: "No se trata de una cumbre de conversaciones climáticas. Ya hemos hablado bastante. No se trata de una cumbre de negociación sobre el clima porque no negociamos con la naturaleza. Se trata de una cumbre de acción climática. Desde el principio, dije que el billete de entrada no era un discurso bonito, sino una acción concreta. Y estamos aquí con compromisos".
Compromisos, compromisos, compromisos… de reducción de emisiones, que se necesitan hacer urgentemente a todos los niveles y todas las personas, empresas e instituciones tenemos que poner nuestro grano de arena dejando de quemar fósiles para disponer de energía.
En el reino de España, en el año 2018, las emisiones fueron 332,8 millones de toneladas equivalentes de CO2. Reducirlas un 7,6% anual, significa que se deberían reducir unos 25,3 millones de toneladas cada año, durante la próxima década. ¡Cada año! ¿Estamos dispuestos a hacerlo?
Pe Puig i Boix
Hace pocas semanas se reunía en Madrid la 25ª Conferencia de las Partes Firmantes del Convenio Marco sobre Cambio Climático (llamada COP25), que debía haberse celebrado en Santiago de Chile, pero los mandones de ese país no lo consideraron conveniente (?).
Era el año 1992 cuando se adoptó por las Naciones Unidas este Convenio para "estabilizar las concentraciones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) a un nivel que impidiera las peligrosas interferencias antropogénicas con el sistema climático, y hacerlo en un plazo de tiempo que permitiera la adaptación natural de los ecosistemas, asegurando la producción de alimentos y un desarrollo económico sostenible".
27 años después, creo que debemos poner abiertamente sobre la mesa el deterioro de la salud ecológica del planeta en el que nos toca vivir y la poca efectividad de las COPs.
Ante la preocupante situación de crisis climática, algunos países, han empezado a hacer declaraciones de emergencia climática. Y no sólo lo han hecho algunos gobiernos. Algunos Parlamentos también. El Parlament de Catalunya aprobó una moción, en un pleno del mes de noviembre, declarándose en emergencia climática y manifestando la necesidad de crear una Comisión de Seguimiento de la Emergencia Climática, lo que, gracias a la responsabilidad de todos los grupos del Parlamento, se materializó en su sesión 45, el día 12 de diciembre de 2019.
Hace pocos días, la Organización Meteorológica Mundial (OMM), hacía públicas las cifras de las concentraciones de GEI en la atmósfera. En su Boletínmostró que la concentración media mundial de dióxido de carbono (CO2) había alcanzado las 407,8 partes por millón (ppm) en 2018, después de haber sido de 405,5 ppm en 2017. Ya en el mes de mayo de 2019 se alcanzó un nuevo pico, por un valor de 414,83 ppm.
El incremento de CO2 que se produjo de 2017 a 2018 se situó justo por encima de la media del último decenio. Los niveles mundiales de CO2 ya sobrepasaron el simbólico e importante umbral de 400 ppm en 2015. El CO2 permanece en la atmósfera durante siglos y aún más tiempo en los océanos. Por su parte, las concentraciones de metano y óxido nitroso se dispararon y ascendieron en mayores cantidades que en los últimos diez años.
El secretario general de la OMM, Petteri Taalas no lo podía decir mas claro: "No hay indicios de que se vaya a dar una desaceleración, y mucho menos una disminución, de la concentración de los GEI en la atmósfera a pesar de todos los compromisos asumidos en virtud del Acuerdo de París sobre el cambio climático… Debemos plasmar los compromisos en acción y aumentar el nivel de ambición en nombre del bienestar futuro de la humanidad"… "Hay que recordar que la última vez que se dio en la Tierra una concentración de CO2 comparable, fue hace entre 3 y 5 millones de años. Entonces, la temperatura era de 2 a 3°C más cálida y el nivel de mar entre 10 y 20 metros superior al actual".
Por otra parte, a finales del mes pasado, el Programa de las NNUU para el Medio Ambiente–PNUMA hizo público en Ginebra, su Informe sobre la disparidad en las emisiones de 2019, que es la diferencia entre «donde es probable que nos encontramos» y «donde necesitamos llegar» (Emissions Gap Report 2019).
En este décimo informe se evalúan los últimos estudios científicos sobre las emisiones estimadas actuales y futuras de GEI, que se comparan con los niveles de emisiones admisibles para que el mundo progrese en la trayectoria de menor coste hacia la consecución de los objetivos del Acuerdo de París.
Las conclusiones del resumen son desalentadoras. En conjunto, los países no lograron poner freno al aumento de emisiones mundiales de GEI, lo que conlleva que ahora se necesiten reducciones más drásticas y en menos tiempo.
Si se hubieran tomado medidas climáticas rotundas en 2010, las reducciones anuales necesarias para atenerse a los niveles de emisiones previstas en los escenarios de 2°C
y 1,5°C sólo habrían sido, en promedio, del 0,7 y 3,3% al año. Ya que no fue así, las emisiones deben disminuir a partir del año 2020 casi un 3% anual para cumplir el objetivo de los 2°C y alrededor del 7% anual para el de 1,5°C. Como es obvio, cuanto más se retrasen las actuaciones, mayores serán los recortes que habrá que hacer.
Por supuesto, para hacer frente a este enorme reto se necesita la complicidad de todos los sectores de la sociedad.
Valga recordar lo que dijo Antonio Guterres, secretario general de la ONU, al abrir la Cumbre de Acción Climática, el pasado septiembre en New York: "No se trata de una cumbre de conversaciones climáticas. Ya hemos hablado bastante. No se trata de una cumbre de negociación sobre el clima porque no negociamos con la naturaleza. Se trata de una cumbre de acción climática. Desde el principio, dije que el billete de entrada no era un discurso bonito, sino una acción concreta. Y estamos aquí con compromisos".
Compromisos, compromisos, compromisos… de reducción de emisiones, que se necesitan hacer urgentemente a todos los niveles y todas las personas, empresas e instituciones tenemos que poner nuestro grano de arena dejando de quemar fósiles para disponer de energía.
En el reino de España, en el año 2018, las emisiones fueron 332,8 millones de toneladas equivalentes de CO2. Reducirlas un 7,6% anual, significa que se deberían reducir unos 25,3 millones de toneladas cada año, durante la próxima década. ¡Cada año! ¿Estamos dispuestos a hacerlo?
Pe Puig i Boix