Innovación Energética
Normalmente cuando se habla de innovación en el campo de la energía, se centra el discurso únicamente en el campo de la técnica.
Pero, para hablar de innovación energética se hace necesario tratar no solamente de la tecnología de la energía, sino también de la ‘tecnología’ social, pues cada tecnología es utilizada por la sociedad y, a la vez, cada sociedad desarrolla tecnología.
Por ello, cuando se habla de innovación tecnológica en el campo de la energía, soy de los que me niego a hablar solo de ello, pues para mí es tan importante hablar de innovación tecnológica como de innovación social.
En una sociedad, como la nuestra, en la que se ha colocado a la ciencia y a la técnica en un altar, donde se le ‘rinde culto’ como a un dios, al son de sus ‘sacerdotes’, se hace mas necesario que nunca reflexionar sobre las relaciones de la ciencia-técnica con la sociedad. Y especialmente cuando se habla de tecnologías para el aprovechamiento de los flujos energéticos que nos permiten disponer de energía para cubrir las necesidades de las sociedades humanas.
La sociedad industrial de hoy tiene planteados unos problemas que provienen de la ciencia-técnica y del modo de producción actual, y a los que es difícil encontrar una solución a partir de los mismos principios en que se ha fundamentado hasta ahora: jerarquización, división y explotación del trabajo, expoliación de la naturaleza, entre otros. Para E.F. Schumacher, "la elección de la tecnología es la opción más crítica que deben afrontar las sociedades actuales". Pero por si solas, ni la ciencia ni la tecnología, en palabras de Robin Clark: "podrán encontrar una salida a la crisis actual, pero cualquier salida real implicará una ciencia y una tecnología, incluso en el caso de que estas actividades no tengan mucho ver en un futuro, tanto cualitativa como cuantitativamente, con lo que hoy consideramos ciencia y tecnología."
La alternativa tecnológica, la constituyen las máquinas y las herramientas, las estructuras políticas y sociales, la organización del trabajo, mediante las cuales tanto la persona humana como la naturaleza se liberarán de la dominación y la explotación inherentes a nuestra tecnología actual. Para Michel Bosquet (seudónimo de André Gorz): "sin una lucha por tecnologías diferentes, la lucha por una sociedad diferente es en vano." El cambio en la tecnología debe ir en paralelo a otros en las relaciones sociales para que pueda causar los efectos deseados.
La ciencia y la tecnología actuales -en su conjunto- son la causa y el efecto del desarrollo del capitalismo industrialista-consumista actual. La división del trabajo, las clases sociales, el dominio sobre la persona humana, son consecuencia del principio de dominio sobre la naturaleza. Por eso se reproducen las relaciones industrialistas aunque haya desaparecido la propiedad privada.
Ya en el marco del CIDOC - Centro para Documentación Intercultural (Cuernavaca, Estado de Morelos, México), entre 1961 y 1976 y bajo la dirección de Ivan Illich (1926-2002), se exploraron las condiciones en las que los beneficios de la ciencia-técnica moderna podrían usarse de forma equitativa en una sociedad, no solo para la gente sino por la gente. La teorización que allí hizo de los conceptos ‘ciencia para el pueblo’ y ‘ciencia del pueblo’ son básicos para cualquier persona implicada en los asuntos de la ciencia y de la tecno-ciencia.
Allí se acuñó el término 'herramienta convivencial' para referirse a dispositivos, programas e instituciones modernas que permiten que la gente común genere valores de uso que la liberen de las necesidades producidas por las mercancías comercializadas.
También allí, se concretó que se quería decir cuando se hablaba de ‘sociedad convivencial': una sociedad donde en el centro de la economía está lo que la gente crea o hace personalmente, en grupos primarios; una sociedad en la que se da prioridad a estas actividades, que son las que a través de ellas la gente determina y satisface sus necesidades, una sociedad en la que se asigna valor social a las mercancías en tanto que fomentan la habilidad de la gente para generar valores de uso.
Ivan Illich mismo reconocía que "no es fácil imaginar una sociedad donde la organización industrial estuviera equilibrada y compensada con modos de producción distintos y complementarios y de elevada eficiencia. Estamos tan deformados por los hábitos industriales, que ya no nos atrevemos ni siquiera considerar el abanico de posibilidades. Para nosotros, renunciar a la producción en masa significa volver a las cadenas del pasado, o adoptar la utopía del buen salvaje. Pero si tenemos que ensanchar nuestro ángulo de visión hacia las dimensiones de la realidad, tendremos que reconocer que no existe una única forma de utilización de los descubrimientos científicos, sino al menos dos, contrapuestas. Una consiste en la aplicación del descubrimiento que conduce a la especialización de las tareas, a la institucionalización de los valores, a la centralización del poder. En ella, la persona humana se convierte en un accesorio de la mega-máquina, en un engranaje de la burocracia. Pero hay una segunda forma de hacer fructificar el invento. Aquella que aumenta el poder y el saber de cada uno, permitiendo el ejercicio de su creatividad, con la única condición de no coartar esta misma posibilidad a las demás personas."
¿Será capaz la sociedad ‘moderna’ de hacer de las tecnologías para el aprovechamiento de las fuentes renovables una herramienta convivencial? No se trata solo de innovar en ciencia-técnica, sino innovar creando las condiciones para que la sociedad pueda apropiarse de estas tecnologías y las transforme en una herramienta que “aumente el poder y el saber de cada uno, permitiendo el ejercicio de su creatividad, con la única condición de no coartar esta misma posibilidad a las demás personas” y evitar que contribuyan a la “centralización del poder” convirtiendo a la persona “en un accesorio de la mega-máquina, en un engranaje de la burocracia.”
Normalmente cuando se habla de innovación en el campo de la energía, se centra el discurso únicamente en el campo de la técnica.
Pero, para hablar de innovación energética se hace necesario tratar no solamente de la tecnología de la energía, sino también de la ‘tecnología’ social, pues cada tecnología es utilizada por la sociedad y, a la vez, cada sociedad desarrolla tecnología.
Por ello, cuando se habla de innovación tecnológica en el campo de la energía, soy de los que me niego a hablar solo de ello, pues para mí es tan importante hablar de innovación tecnológica como de innovación social.
En una sociedad, como la nuestra, en la que se ha colocado a la ciencia y a la técnica en un altar, donde se le ‘rinde culto’ como a un dios, al son de sus ‘sacerdotes’, se hace mas necesario que nunca reflexionar sobre las relaciones de la ciencia-técnica con la sociedad. Y especialmente cuando se habla de tecnologías para el aprovechamiento de los flujos energéticos que nos permiten disponer de energía para cubrir las necesidades de las sociedades humanas.
La sociedad industrial de hoy tiene planteados unos problemas que provienen de la ciencia-técnica y del modo de producción actual, y a los que es difícil encontrar una solución a partir de los mismos principios en que se ha fundamentado hasta ahora: jerarquización, división y explotación del trabajo, expoliación de la naturaleza, entre otros. Para E.F. Schumacher, "la elección de la tecnología es la opción más crítica que deben afrontar las sociedades actuales". Pero por si solas, ni la ciencia ni la tecnología, en palabras de Robin Clark: "podrán encontrar una salida a la crisis actual, pero cualquier salida real implicará una ciencia y una tecnología, incluso en el caso de que estas actividades no tengan mucho ver en un futuro, tanto cualitativa como cuantitativamente, con lo que hoy consideramos ciencia y tecnología."
La alternativa tecnológica, la constituyen las máquinas y las herramientas, las estructuras políticas y sociales, la organización del trabajo, mediante las cuales tanto la persona humana como la naturaleza se liberarán de la dominación y la explotación inherentes a nuestra tecnología actual. Para Michel Bosquet (seudónimo de André Gorz): "sin una lucha por tecnologías diferentes, la lucha por una sociedad diferente es en vano." El cambio en la tecnología debe ir en paralelo a otros en las relaciones sociales para que pueda causar los efectos deseados.
La ciencia y la tecnología actuales -en su conjunto- son la causa y el efecto del desarrollo del capitalismo industrialista-consumista actual. La división del trabajo, las clases sociales, el dominio sobre la persona humana, son consecuencia del principio de dominio sobre la naturaleza. Por eso se reproducen las relaciones industrialistas aunque haya desaparecido la propiedad privada.
Ya en el marco del CIDOC - Centro para Documentación Intercultural (Cuernavaca, Estado de Morelos, México), entre 1961 y 1976 y bajo la dirección de Ivan Illich (1926-2002), se exploraron las condiciones en las que los beneficios de la ciencia-técnica moderna podrían usarse de forma equitativa en una sociedad, no solo para la gente sino por la gente. La teorización que allí hizo de los conceptos ‘ciencia para el pueblo’ y ‘ciencia del pueblo’ son básicos para cualquier persona implicada en los asuntos de la ciencia y de la tecno-ciencia.
Allí se acuñó el término 'herramienta convivencial' para referirse a dispositivos, programas e instituciones modernas que permiten que la gente común genere valores de uso que la liberen de las necesidades producidas por las mercancías comercializadas.
También allí, se concretó que se quería decir cuando se hablaba de ‘sociedad convivencial': una sociedad donde en el centro de la economía está lo que la gente crea o hace personalmente, en grupos primarios; una sociedad en la que se da prioridad a estas actividades, que son las que a través de ellas la gente determina y satisface sus necesidades, una sociedad en la que se asigna valor social a las mercancías en tanto que fomentan la habilidad de la gente para generar valores de uso.
Ivan Illich mismo reconocía que "no es fácil imaginar una sociedad donde la organización industrial estuviera equilibrada y compensada con modos de producción distintos y complementarios y de elevada eficiencia. Estamos tan deformados por los hábitos industriales, que ya no nos atrevemos ni siquiera considerar el abanico de posibilidades. Para nosotros, renunciar a la producción en masa significa volver a las cadenas del pasado, o adoptar la utopía del buen salvaje. Pero si tenemos que ensanchar nuestro ángulo de visión hacia las dimensiones de la realidad, tendremos que reconocer que no existe una única forma de utilización de los descubrimientos científicos, sino al menos dos, contrapuestas. Una consiste en la aplicación del descubrimiento que conduce a la especialización de las tareas, a la institucionalización de los valores, a la centralización del poder. En ella, la persona humana se convierte en un accesorio de la mega-máquina, en un engranaje de la burocracia. Pero hay una segunda forma de hacer fructificar el invento. Aquella que aumenta el poder y el saber de cada uno, permitiendo el ejercicio de su creatividad, con la única condición de no coartar esta misma posibilidad a las demás personas."
¿Será capaz la sociedad ‘moderna’ de hacer de las tecnologías para el aprovechamiento de las fuentes renovables una herramienta convivencial? No se trata solo de innovar en ciencia-técnica, sino innovar creando las condiciones para que la sociedad pueda apropiarse de estas tecnologías y las transforme en una herramienta que “aumente el poder y el saber de cada uno, permitiendo el ejercicio de su creatividad, con la única condición de no coartar esta misma posibilidad a las demás personas” y evitar que contribuyan a la “centralización del poder” convirtiendo a la persona “en un accesorio de la mega-máquina, en un engranaje de la burocracia.”